verbobravio

“¿por qué durar es mejor que arder?” (R. Barthes) cybergubasa@yahoo.com

miércoles, noviembre 14, 2012

Signos, indicios (o cuidado con lo que deseas...)

algo, que le de sentido
a la implacable mansedumbre
de esta mañana explícita

(una súplica atendida
el deseo que fluye en el abrazo.
una buena nevada
o una bala perdida)

algo implacable
que le de un sentido explícito
a esta mansedumbre, mañana. 

Lady Gabois | 1042007

Outsider






Esta tarde "la calle es una exclamación inquieta" y yo aquí,
desde mi ventana a la pared,
sin pájaros ni hora de luz absoluta, imagino lo que no puedo ver.
Escucho, no "la flauta del grumete" sino sirenas,
espantosas aturdidoras como bramidos.
¿Quién querrá ver la cara o la careta que se esconden en la dulzura de los ojos?
Necesito irme ya... Tuñón lo entendería.

Gab 29/30-9-2006

Irse? Dónde?

Anclados en el quicio, espacio seguro.
Mientras se resquebraja un afuera desquiciado
Ni trazas quedan del adentro.

Outsider forever,
Ciego de espaldas a la puerta cerrada


Gab | Octubre 2006
(La imagen "incapaz de ser libre" de Mariana Pavlova)

King Kong

King Kong del disco "que se puede hacer sino ver películas" de Sandra Corizzo


Yo también supe ser la muñeca rubia articulada de King Kong
King kong
Buscando en esos ojos solo un rastro de bondad
La causa, la inocencia un guiño de infelicidad
Un rasgo al fin, de humanidad
Y también, supe ser, la Barbie en carne y hueso apretujada de King Kong
King Kong
y al verlo ensimismado descifrar la condición
que explique, justifique, dignifique
y de razón a su salvaje corazón
Vivir dentro de un puño no es lo más recomendable
Mas que se puede hacer cuando una es tan manipulable
Temer y amar la mano que amenaza y que protege por igual
Yo tambien quise ser la víctima selecta y platinada de King Kong
King Kong
Si no tiene la culpa de ser solo un animal
La bestia majestuosa, fabulosa y colosal
Que no distingue bien de mal
Quién no jugó con fuego entre el placer de poseer
la tentación de perecer o dominar, el poder domesticarlo
usarlo para el bien, el bien mayor el bien aquel,
aquel del monstruo fiel que habita en nuestra piel

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martes, abril 12, 2011

Una historia escrita con agua


“No se cómo van a poder apreciar una película tan vieja,

pero es el destino del director ver al público como reacciona…”

Yoshishige Yoshida (en la Lugones el 8.IV.2011)


La cosa empezó muy bien, a horario Sergio Wolf anuncia la presencia del director, el mismísimo Yoshishige Yoshida y de la protagonista del film en la sala. Bella como una estampa, Mariko Okada. Lo único que restó fue que, ahí mismo, Wolf anunció que no habría instancia alguna de preguntas y respuestas, pero bueno…

Yoshida, con tono pausado y suave confiesa que es muy difícil para él hablar de su obra, que cree que es el público quien debe hacer sus propias interpretaciones, que esta fue una película difícil -no sólo por la temática que aborda- porque es su primer film independiente tras la ruptura con los estudios Shochiku.

“A story …” es una película que habla sobre las mujeres. Yoshida elige un camino difícil, oblicuo para contar su historia. A este melodrama lo sobrevuela el incesto. ¿A qué se debe la elección? Bueno, en palabras del autor para poner en evidencia el lugar peyorativo que el Japón de 1965 le daba a la mujer. Inmediatamente nos ubica, en el cine de guerra –nos cuenta- el rol de la mujer estaba limitado a ser madre y/o ama de casa. En el cine de posguerra la cosa da un giro brutal, la mujer aparece como mero objeto sexual. Todas las miradas son descalificantes, siempre. Así es que él elije el incesto, porque la sola sospecha de que existe genera la segregación (social) de aquellos de los que se sospecha. De todos modos, dice Yoshida, todos conocemos que es el incesto, está muy presente en las tragedias griegas.

La historia

Un hombre va a casarse, está en los 30 y ha sido criado por su madre viuda, de todo esto nos iremos enterando por medio de flashbacks que va reconstruyendo el pasado. Los últimos días con el padre, su enfermedad (aparentemente tuberculosis, pero no estoy muy segura), el trato de los otros niños que lo tildaban de bastardo o, peor aún, que le confesaban sus “sueños” son su bella y joven madre como protagonista, las constantes salidas de su madre y las visitas a la casa de ese hombre que va a convertirse en su suegro. El incesto sobrevuela la trama y se instala en el protagonista como un karma. La duda genera la absoluta imposibilidad de amar a su esposa porque, claro, ya se han casado y las dudas aparecieron después.

Pero, además de la estructura melodramática, A story… tiene diálogos memorables. Imagino que en su momento habrán hecho bastante ruido ya que versan sobre la virginidad y su dudoso valor. En una sociedad como la japonesa, se daba por descontado que las mujeres debían llegar vírgenes al matrimonio, la virginidad era, sin dudas, un valor. En esta película las mujeres conversan sobre el cuerpo, su propio cuerpo, el sexo y lo y lo sobrevalorado que está. Sin estridencias, sin declamar, sin panfletos. Charlan. Ese sí que es un valor.

La mirada

Independientemente de la historia que nos cuentan Yoshida hace gala de una mirada moderna, muy moderna. Filmada en riguroso y, a la vez, suave blanco y negro convierte en virtud las limitaciones del recurso. Exteriores abiertos y luminosos, interiores con recortes exquisitos que funcionan como paréntesis en la narración. El uso de los paneles de las casas japonesas como recorte de la pantalla, hay escenas que suceden con la mitad de la pantalla en negro, donde sólo vemos lo que los objetos no ocultan y realmente funciona y mucho, creando un fuera de cuadro ahí mismo, dentro de la pantalla.

La mirada delicada sobre las mujeres y sus gestos, un detalle precioso: la geisha y la madre (en tanto mujer) se desvisten y se visten con los mismos gestos exquisitos y la cámara, pudorosa, las acompaña y el kimono parece que cae displicente, pero no, los hombros, la espalda, el perfil en una coreografía perfecta.

Al final nada se resuelve, nada se contesta, nunca. Los ríos corren y los lagos nos guardan. No llegamos a saber si las historias escritas con agua son como aquellas palabras que se lleva el viento, lo que sí sabemos, hace rato, es que en toda tragedia que se precie unos deben morir para que otros vivan o, al menos, lo intenten.

Gabriela Zubiría | 12.IV.XI

lunes, febrero 21, 2011

Vísperas (versión final)


I

¿quién desempolvará las copas

cristales opacos de silencio

en la víspera sin abrazos?


II

ha de ser mañana el inhóspito día

el ingrato sol en la espalda,

el silencio y la carne, la víspera.


III

Impecable

el mantel

sobre la mesa

espesos secretos, afeites y espera

en silencio sin abrazos la carne se repliega

mientras afuera, rompe la tormenta.


IV

Blanco de pronto

el mantel y la luna,

luego el silencio sucede

como una sola sombra

oscura, triste, roja.


V

Silencio, tristeza y mantel

manchados

la luna: doble sombra.

Las manchas

como hace tiempo

sabemos

se lavan o se olvidan.


VI

Un tiempo preciso

para los ausentes, uno para nosotros,

ausentes de otra mesa

El escenario de siempre

y el mantel y su nieve

un cuadrado blanco

en mitad de la noche,

lo verdaderamente oscuro

las manchas

invisibles como lágrimas

densas

pero dentro, muy dentro


VII

Cuando la víspera sea ayer

el tiempo habrá sido

de rituales estrenados

La mesa inesperada

manteles azules, verdes, rojos

inmaculados de dolores pasados.

fuera la noche con su luz

y adentro, también

la luna en brasas

y el tiempo que abunda ocioso

con el sol, grato, en la cara

la palabra habitando el anhelo.


Que así sea.


En pares Jens, en nones Lady Gabois (Diciembre de 2006)

viernes, mayo 28, 2010

Roles

(o “fuimos peligrosos, un rato”)

Prólogo

El miedo es un humor viscoso que hiede.
Esa vergonzante ajenidad en la que nos reconocemos la presa.

Se pega a la ropa, se pega al cuerpo,
a la piel, al pelo, a las uñas.

Indisimulable
la posibilidad, el deseo anulado.


Epílogo

Noche salvajemente desangelada.
Irremontable,
jamás estuvo ahí lo que fuimos a buscar.
Y nos quedamos igual.

El desencanto te pone destructivo.
La vícitima ya no disimula, patética
hiede a presa, lo pide.

Generosos al fin, concedemos
hartos de su diatriba suplicante,
quejas falaces.

Borrachos de soberbia, somos asesinos.

Golpear al caído no ennoblece,
pero te deja más liviano.

Lady Gabois
Abril 2010 (basado en una cierta noche de verano, senza narguiles)
La imagen, maravillosa, es de Mariana Pavlova

domingo, mayo 16, 2010

Palabras por encontrar


Inventario


¿qué le puedo ofrecer

a la luz de esta medianía?

algunas lecturas, pocos paisajes,

muchas palabras de otros que,

con elegancia y destreza

enmascaran la ausencia

de la propia voz.


unas ganas voraces

que no amainan los años

ni la precariedad del pudor.


la solemne promesa:

el disfraz se resistirá

a las promesas de intimidad

(la fantasía es cosa seria, querido).


¿cómo le explico?

un inventario breve

materialmente escaso

difícilmente heroico

suavemente banal.


“el tiempo es una medida atroz,

la memoria un veneno eficaz”.

(metáforas remanidas,

de esas sín tengo muchas.

la fórmula, joven amigo,

siempre nos tranquiliza).


no insistiremos, está usted

por afuera de mis posibilidades

y puedo vivir con eso.

creo.

(telón)


Lady Gabois (de “honestamente y con todo respeto”, Ed. Discretas, Bogotá, 2045)

La foto es de Mariana Pavlova

lunes, febrero 15, 2010

Mañana de Carnaval (un relato del siglo pasado)

Desde los hechos que se narran ha transcurrido una cantidad más que apreciable de tiempo. Tiempo que consideraremos el más eficaz diluyente de todas las pasiones y que, sumado a la distancia destruye todos los vestigios de ternura que pudieran haber dejado las palabras, las caricias, los anhelos.
Ante tamaña destrucción dificilmente algo pueda quedar intacto.
Esta certeza es la que me mueve a la publicación de estas columnas, esta certeza y el hecho de que un buen día dejaron de llegar los sobres celestes que olían a lavanda. Todo esto y el que nunca pude identificar al autor (al que siempre sospeché autora quizás sólo porque no escribía con mano desasosegada de hombre). Nada nuevo, nada notable, nada de nada pasó, ni antes ni durante ni después de estas palabras
. (Mario Visuaróz, editor de “El Malabriguense”)





(Buenos Aires, Febrero de 1999) Amanece en la ciudad y El sentencia “quiero se el último hombre de tu vida”. Ella, mujer al fin, no le cree pero, de todos modos, sonríe halagada. El justifica y amplía la dimensión de sus palabras, su sentencia deviene en súplica, pide esa noche y las por venir una presencia cálida en su cama, un cuerpo suave para tocar, el descanso a cambio del silencio y los fantasmas.

El miedo se hace presente, se palpa, se nombra. Es un sentimiento multifunción y sólo con evocarlo justifica todo lo que no se quiere decir y, pasan horas y, las ganas no aparecen.

El ama su pasado glorioso y sólo de eso habla, ama su dolor, ama sentirse una víctima y ver como va construyendo su dolor en Ella que lo mira, que lo escucha, que lo espera.

Pasan palabras y nuestro héroe no se entrega, juega a que se quiere morir, a que a nadie le importa, a que está dolorosamente solo.

Ella se siente mal, muy mal, nada es como lo había imaginado, aunque es honesto decir que no había imaginado demasiado. Está cansada, necesita dormir, borrar y empezar de de una vez. Barajar y dar de nuevo?

Amaneció y El duerme profunda y plácidamente, Ella no. No puede acomodar ni su cuerpo ni sus ganas, no quiere tocarlo ni se quiere ir. Paradójicamente está donde quería estar.

No consigue entender a este hombre. “Cómo llegué a esto” piensa nuestra heroína devenida en doncella veladora.

El sol puso espinas en su lengua, la doncella se convirtió en dragón y nuestro héroe fue, finalmente, la víctima que tanto ansiaba.

El dijo que Ella era “tierra, agua y miedo, que no son lo mismo pero que al menos se le parecen”. Ella no soporta más palabras, quiere anhelos, caricias, sueños y despertares, que no tienen nada que ver con el miedo y que, decididamente, no se le parecen.


Lady Gabois
(De “Rigor Profesional”, fallida nouvelle eternamente en proceso)

martes, enero 12, 2010

Noticias a la medianoche

(relatos a media sonrisa perpendicular –al ojo, claro–)

Con algo más de 40 años no se sentía del todo conforme con su cuerpo. No con su aspecto sino con su cuerpo, esa instancia que sólo se muestra en la intimidad. Su desnudez la incomodaba, incluso en soledad, frente al espejo.

El clima de primavera era inestable, como en todas las primaveras. Siempre le costó la mañana y, esa en particular, no le preocupó la transparencia de la camisa que había elegido ya que estaba fresco y se tapó con un abrigo liviano, un saquito que no pensaba sacarse. Parece una nimiedad, pero este hecho menor –como siempre sucede- fue la primera señal de los acontecimientos que se avecinaban.

Esa noche cenó con su novio en un bar de tapas. Una relación reciente pero prometedora. A lo largo del día el clima se volvió sofocante y no hubo otro remedio que abandonar el abrigo, la transparencia la puso bastante incómoda aunque, claro, mucho más la incomodaba permanecer abrigada.

En la mesa, el comentario surgió naturalmente.
–Esta camisa se transparenta mucho…–
El la miró y mientras apoyaba los cubiertos le sacudió un “Quién te va a mirar” y siguió relatandole esos planes maravillosos que siempre hacía y donde ella –esto lo supo después– sólo cumplía el rol de atenta escucha.

No es necesario aclarar que la observación no fue muy grata para su autoestima pero, bueno, estaban en los inicios de la relación y todos somos perfectibles y, bueno otra vez, era un hecho que el no era precisamente demostrativo ni demasiado afectuoso en público pero lo demás estaba bien.

El tiempo pasó, previsible, y todo se había normalizado. Cines, cena, cena y cine los fines de semana. Alguna reunión social, pocas. Pero no estaba sola y ése si que era un valor. A pesar de la aceptación de esta realidad normal un cierto malestar inexplicable se estaba gestando. Algo había de kamikaze en esa insistencia que la llevaba a buscar contención, cariño, proyecto o lo que fuera en medio del vacío.

Pero, socialmente, no estaba sola y eso sí que era un valor.

Una mañana de domingo, como siempre, le alcanzó un mate mientras él leía el diario. Quiso jugar, quizás el gérmen del cambio era una cuestión de puesta en marcha de la voluntad (esa mañana se sentía particularmente pragmática y combativa). Sonriente y en tono juguetón se le acercó y le dijo:

–Gordo, querés…– a lo que él reaccionó con inusitada energía y ofendidísimo le contestó
–¡Yo no soy gordo!– claro, pensó, esa barriga prominente es pura personalidad…

Epa! Qué es todo esto, será que nuestra relación se está deteriorando y la normalidad se quiebra y ya no esta tan bien? ¿Cuando el amor se agrieta por las rajaduras de la negación se cuelan los monstruos de la realidad?
¿Dónde quedó El Principito y aquello de que “lo esencial es invisible a los ojos”?
¿Me estaré volviendo cínica?

Respiró hondo, sonrió y siguió mintiendo(se).
–No amor, te lo digo cariñosamente– Cada quien elige que opción tomar. Es una prerrogativa de la adultez.

Siguió la vida algunas cosas mejoraban (como el cuerpo) con mucho trabajo, o quizás lo que mutaba era la mirada, la propia, pero en síntesis era un mejoría. La intimidad no es para los débiles. Y, en ese lugar, seguía siendo fuertemente crítica.

Hasta que una noche, después de cena y cine, se sintió audaz, lúdica, deseante. Y fue por más, claro que estas cosas pasan, para jugar el juego se necesitan dos jugadores avezados y dispuestos. Generosos. No es un misterio, todos queremos que nos quieran y la mirada complaciente del ser amado fortalece la autoestima. Estimula y sienta bien.

Se puso una ropita linda, suave y sonriente insinuó: –¿te gusta?

–Tenés unos kilos de más, pero a mí me gusta así– sentenció el galán, bostezó, alegó cansancio y se durmió.

La tele estaba prendida, como siempre en ese cuarto. El se acurrucó a su lado y le pasó el control remoto del aparato, suspiró y listo… como siempre en ese cuarto.

Encima, el noticiero de la medianoche, qué podía ser peor. “En Estados Unidos una mujer envenenó al marido con cianuro, fue descubierta. Alegó sus motivos quería una vida mejor que la que tenía, quería tener unas lindas tetas. Con el seguro (U$S 200.000.-) viajó, fue a fiestas, tuvo aventuras y se hizo las tetas”.

Entendió su frustración, no es que la justificara, pero casi. Se vió dentro de 10 años en el mismo lugar, con la misma sensación, con las ganas intactas y con tanta tristeza. Hay cosas que no cambian. Las cartas están echadas y le tocaba jugar. Aceptación o renuncia. Le llevó un tiempo evaluar las consecuencias, estaba cómoda, con él tenía la ilusión de una vida que no era la suya pero el malestar estaba ahí y ya no disfrutaba ni de las cenas, ni del cine, ni de nada.

A la mierda con todo, se levantó, se vistió y se fue. Mientras llamaba el ascensor sonreía, nunca voy a ser tu mujer así que nunca voy a cobrar el seguro, concluyó.

Que tengas una buena vida, bah, en realidad, no.

Lady Gabois, volviendo